“Cuando todos se pusieron de acuerdo… para arruinar el país” por Bruno Cardinale

El caso YPF volvió a encender una verdad incómoda que preferimos olvidar: muchas de las peores decisiones políticas de la Argentina se tomaron con amplio consenso. En 2012, la expropiación de la petrolera fue aprobada por una mayoría casi total en ambas cámaras. Una década después, ese festejo épico nos cuesta más de 16.000 millones de dólares. Y nadie se hace cargo.

Revisar aquellos días produce una sensación de asombro. No solo por el contenido de la ley, sino por la intensidad con que fue respaldada. La hegemonía kirchnerista no solo dominaba el Ejecutivo; también marcaba el pulso de buena parte de la oposición y del periodismo. Muchos de los que después se llamaron “dialoguistas” votaron a favor, convencidos —o resignados— de que oponerse era políticamente incorrecto.

Durante años se repitió que “la grieta” era el principal obstáculo para el desarrollo del país. Pero el fallo por la expropiación de YPF demuestra lo contrario: cuando no hubo grieta, cuando hubo acuerdo transversal, el resultado fue igualmente catastrófico. La famosa idea de “sentarse todos a una mesa” nunca garantizó decisiones acertadas. Al contrario, a veces fue la forma más eficiente de disimular responsabilidades.

La insistencia en el consenso vació de contenido el debate político. Se construyó una narrativa cómoda donde nadie era culpable y todos eran moderados. Esa zona gris, esa supuesta virtud del equilibrio, permitió que prosperaran proyectos sin sustento técnico ni evaluación económica seria.

El problema nunca fue la discusión. Fue la calidad de lo que se discutía. ¿De qué sirve lograr un acuerdo si lo que se aprueba genera daño estructural? La política no necesita más “paz”, necesita ideas correctas y coraje para sostenerlas, incluso cuando el viento sopla en contra.

En HORA CLAVE creemos que el periodismo no está para aplaudir el consenso, sino para examinar su contenido. Señalar errores masivos, incluso cuando fueron compartidos por todos los espacios políticos, es una obligación. No hay verdadero diálogo posible si se omite la verdad para evitar el conflicto.

El fallo internacional que hoy pesa sobre las finanzas argentinas no es un accidente ni una sorpresa. Es el reflejo de una forma de hacer política donde lo simbólico aplasta lo racional, y donde los acuerdos se celebran aunque el país se hunda.

Quizás ya no se hable tanto de “la grieta”, pero sus herencias siguen entre nosotros. Y la peor de ellas es esta: pensar que si todos están de acuerdo, entonces debe estar bien.

Por Bruno Cardinale para HoraClave.com